Tuesday, April 16, 2019

Noviciada (2017) vs mi convento


En un día oscuro, frío y lluvioso, no hay nada mejor que acurrucarse en el sofá bajo una manta y ver una película.

Cuando estaba hojeando Netflix, me encontré con “Noviciada”, y recordando todo el alboroto de hace un par de años, decidí verla, y me alegro de haberlo hecho.

La película está dirigida y escrita por Maggie Betts, con Mellisa Leo en el papel de Madre Superiora Marie Saint-Clair y Margaret Qualley en el de Hermana Cathleen Harris.

La película se desarrolla en 1960, durante los cambios radicales que se produjeron en todo el mundo bajo el Vaticano II, y describe los cambios en la ideología y el apoderamiento de creencias arraigadas y la brutalidad y rigidez de las reglas practicadas en la religión católica. El Vaticano II cambio la ideología para fomentar apertura e inclusión a la gente.

Al ratito que la película empezó, unos 10 minutos más o menos, cuando una joven Cathleen entra en la escuela católica, la monja maestra escribe en el pizarrón:
"No hay amor sin sacrificio", en ese momento sentí que una vez más vivía en el convento.

No falta decir que mis experiencias fueron diferentes ya que Cathleen era una postulante de 17 años y yo tenía 8 años cuando me mandaron al convento. Sin embargo, las enseñanzas eran las mismas que las que yo tenía a finales de los años 50 y principios de los 60. Muchas partes de la película resonaron en mi subconsciente, trayendo muchos recuerdos olvidados.

Al igual que en la película, teníamos que caminar despacio y siempre mirando al suelo. Incluso cuando hablabamos con alguien, (y eso era sólo para responder a una pregunta, ya que no se nos permitía hablar) teníamos que mirar hacia abajo, nunca a la cara de nadie. También nos enseñaron que debíamos arrodillarnos sobre guijarros hasta que nuestras rodillas sangraran, para que Dios pueda ver cuánto lo amábamos, y él nos amaría más que a simples personas que se arrodillaban sobre un cómodo almohadón.

Puedo atestiguar que la brutalidad y la rigidez de las normas eran insoportables.

Éramos demasiado jóvenes para hacer flagelaciones, aunque nos enseñaron que una vez que fuéramos mayores, debíamos hacerlo, pero sólo una vez a la semana y sólo cinco flagelaciones, ya que hacerlo por más tiempo podría darnos placer. 

Como en la película, mi Madre Superiora iba a ser reemplazada porque se negó a adaptarse a las nuevas reglas; sin embargo, renunció a su vocación como la mayoría de las monjas de mi escuela, y todas ellas abandonaron el convento. 

Comprendo un poco a la Madre Superiora Marie Saint-Claire por no querer ajustarse a las nuevas reglas, y por qué fue tan severa, pues ella creía que era la voz de Dios en el convento. Y como alguien que no había salido del convento durante más de 40 años, ella estaba delirando en sus creencias. Además, vivir de esa manera tiene que ser frustrante.

No sé si la Madre Superiora Margarita, tenía una voz dulce, la única vez que escuché su voz era para regaños y siempre era severa, además, en mi opinión, era una mujer sádica y manipuladora y se creía mejor que todo el mundo. Pero tampoco recuerdo haberla visto salir del convento en ninguna ocasión. 

La película está bien hecha y es muy fuerte, y me gusto que no criticaran la religión católica ni la defendieron. Simplemente mostraron como es, sin juzgar, sin tratar a los creyentes como idiotas y sin tratar de que el público acepte una ideología religiosa. 

Mostraron la noción que las postulantes tenían acerca de ser monjas, al mismo tiempo que demostraron las inquietudes que sentían acerca de una vida tan rigurosa y tan apartada del mundo real. 

La película es lenta y larga, sin embargo, es como me sentía cuando estaba en el convento, los días eran largos y lentos, las semanas, los meses, parecían no terminar nunca. Lo único que me gustaba era cantar en el coro y las clases de bordar. 

Para tu información: asistí a un convento de Las Carmelitas, si tu eres católico, sabes quien son, si no lo eres, es una de las Ordes de Silencio más rigorosas, si no la más rigorosa.  

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